Mons. Juan A.
Sheehy
* 25/09/1857 +04/10/1949
Hablar
de Mons. Juan M. Sheehy es relatar la historia de los inmigrantes irlandeses de
la ciudad de Rosario y del sur de la Provincia de Santa Fe. Fue uno de esos
carismáticos capellanes que llegaron de Irlanda y se constituyeron en padres y
pastores de nuestros antepasados.
Mons.
Juan M. Sheehy nació en Clogheem, condado de Tipperary, Irlanda, el 25 de
setiembre de 1857. Hijo de una familia de fe acendrada. Estudió en el St.
John’s College y posteriormente en el seminario Irlandés de París (Irish
College of Paris), donde recibió el presbiterado el 12 de junio de 1887.
Respondiendo a las necesidades de la colectividad irlandesa en la Argentina, el
Arzobispo de Dublín lo eligió para trasladarse a nuestras tierras, donde arribó
el 13 de octubre de 1887. Le asignaron la zona sur de la Provincia de Santa Fe,
donde se habían asentado muchos de sus compatriotas. Con celo infatigable
recorrió la extensa zona de Maggiolo, Cafferata, Venado Tuerto, San Eduardo,
entre otras tantas localidades, llevando la Palabra de Dios, los sacramentos y
los consejos de su prudencia y sabiduría a las familias irlandesas de la
región, a las que llegó a amar como propias. Estos conceptos fueron la
expresión corriente de nuestros mayores que lo conocieron y supieron de su
personalidad y de su hombría de bien. Don Diego Cavanagh, Presidente Honorario
de la Comunidad Argentino Irlandesa de Venado Tuerto, fallecido en noviembre de
1999, fue uno de los últimos que lo recordaba, teniendo en cuenta que cuando
Mons. Sheehy misionaba por estos pagos, él era un niño.
En
1892 fundó la actual capilla San Patricio, sita en Avda. Salta de la ciudad de
Rosario, para lo cual movilizó a toda su feligresía e hizo traer de Waterford
la hermosa imagen de San
Patricio. Posteriormente echa las bases de la
Asociación Católica San Patricio, institución que hasta el día de hoy congrega
a los descendientes de irlandeses de esa vasta zona santafesina. Una nota
distintiva que lo caracterizó fue su amor por las misiones extranjeras y así
fue uno de los sólidos sostenedores de la Obra de la Propagación de la Fe, en
forma tal que S.S. Pío XII le concedió la distinción de “Prelado Doméstico”, en
reconocimiento
a sus esfuerzos en este campo apostólico.
Mons.
Sheehy falleció el 04 de octubre de 1949 a los 92 años, rodeado de la
veneración de toda la Diócesis de Rosario y de la Comunidad Argentino Irlandesa
del Sur de Santa Fe. Sus restos fueron sepultados en el Cementerio de Rosario
hasta 25 de noviembre de 1984, oportunidad en que fueron trasladados y
sepultados a la derecha del altar mayor de la Capilla San Patricio.
La
ceremonia religiosa fue presidida por el señor Arzobispo de Rosario Mons. Jorge
M. López, asistido por los PP. Ignacio Pieres, Carlos Costa e Ignacio Aparicio.
Mons. López pronunció la homilía recordando la trayectoria de este noble y bien
amado capellán Irlandés.
John James Murphy
*1822
+ 13/07/1909
La
localidad de Murphy se encuentra en la República Argentina, en el Departamento
General López de la Provincia de Santa Fe, distante 150 km de la ciudad de
Rosario y 18 km de Venado Tuerto. Su ubicación está a 33º37’60S y 61º52’W, y a
99 metros sobre el nivel del mar. Tiene alrededor de 4.000 habitantes (según
censo de 1989) mayoritariamente dedicados a la agricultura y donde se realiza
el más importante festival de teatro aficionado del país, que en 2001 congregó
más de 14.400 aficionados. (6)
El
pueblo lleva el nombre de JOHN JAMES MURPHY, nacido en 1822 en Hayesland,
Kilrane, Condado de Wexford, hijo de Nicholas Murphy y Katherine Sinnott. A los
22 años, era un muchacho alto, delgado y muy buen mozo. Junto con sus primos
John y Lawrence Murphy y sus amigos John O’Connor, Nicholas Kavanagh, Thomas
Sanders, James Pender, Patrick Howlin y otros, emigraron a la Argentina. Antes
de partir, John le prometió a su madre que cuando juntara 100 Libras volvería
para verla. (10)
El
13 de abril de 1844, dejaron su casa en Kilrane, posiblemente en un coche
“Bianconi” hasta Wexford, distante 19 km. Después de Wexford Quay a Fishguard,
Pembroke (Inglaterra), y desde allí en una diligencia hasta Liverpool. Gastaron
una pequeña fortuna de alrededor de 16 Libras por cada pasaje a Sur América en
el bergantín William Peele (16 Libras representaba entonces más de lo que
podían ganar en un año). El 21 de abril, con otros 115 emigrantes irlandeses a
bordo, el William Peele levó anclas en Liverpool comandada por el Capitán
Sprott, y el 13 de mayo pasó por Saint Jago (islas de Cabo Verde). A causa de
los vientos en calma, permaneció en medio del océano durante tres semanas.
(10). Después de cruzar el océano, es posible que haya hecho este recorrido:
Pernambuco, Bahía y Río de Janeiro, para llegar finalmente al Río de la Plata
el martes 25 de junio de 1844. Estas espléndidas tierras y la valiente travesía
que acababan de realizar inspiraron al maestro Walter Mac Cormack para escribir
su poema épico (más bien chauvinista) “The Kilrane Boys” (Los muchachos de
Kilrane). Pero por esos días la situación en el Río de la Plata no era tan
brillante. Rosas estaba gobernando su segundo período, Montevideo estaba
sitiado por Oribe y las fuerzas Francesas y británicas bloqueaban Buenos Aires.
John
desembarcó con una Libra en sus bolsillos. Cuando dejó Irlanda, ‘era debido
principalmente al trato que los soldados Británicos le daban a los Católicos;
todos tenían que jurar lealtad al trono de Inglaterra y renunciar a su religión,
de lo contrario eran despojados de sus bienes, de manera que no había granja o
negocio que pudiera prosperar bajo semejante régimen’. (10) Una vez en la
Argentina, John tomó ventaja con su ciudadanía británica y su origen irlandés,
que lo llevaron a contactarse con los comerciantes ingleses y los sacerdotes
irlandeses en Buenos Aires. De esta manera, ‘se fue a trabajar cerca de
Chascomús con una muy conocida familia argentina, que jamás le pagó un centavo
por cavar zanjas. En aquellos tiempos no se conocían los alambrados, de manera
que las ovejas eran cercadas entre los vecinos por estas trincheras
profundas. Ese fue su primer trabajo en
la Argentina’. (10) También trabajó durante once años en Chacabuco como
acopiador de granos y criador de ovejas, por entonces un negocio que daba
buenos dividendos.
Alrededor
de 1855 ya era un “estanciero” en Rojas y Salto. El 27 de mayo de 1867 contrajo
matrimonio con Ellen Roche. Tres años antes, Elizabeth Roche, hermana de Ellen,
había contraído matrimonio con William Murphy, hermano de John. Una tercera
hermana, Maggie Roche, se casó con otro pionero del sur de Santa Fe: James De
Renzi Brett, quien más tarde compraría sus propias tierras (1) ‘Mis familiares
tenían la intención de casarse en la Iglesia de la Merced. Por aquellos días,
todos los irlandeses se casaban allí, y por supuesto, siempre con un cura
irlandés, pero en esos días se desató la epidemia del cólera en Buenos Aires,
de manera que se casaron en Salto en mayo de 1867 oficiando el Padre John Large
Leahy. Mi padre, sabiamente, dispuso que nadie debiera acercarse a la ciudad.
(10) Durante la época de Rosas y por un
tiempo después, los hombres del ejército y la policía ‘eran tan brutos y
salvajes, que el Ministro Inglés, a quien Rosas le tenía terror, ordenó a todos
los súbditos británicos que izaran la bandera inglesa en sus estancias, y eso
fue lo que hizo mi padre’. (10)
En
1869, John Murphy era dueño de dos estancias: “La Flor del Uncalito” en Salto y
“La Caldera” en Rojas. Fue el primer
propietario en el Norte de Buenos Aires que alambró sus campos. Cuando Newton
alambró su quinta, ‘esto le dio la idea a mi padre de alambrar todo el campo.
La gente decía que estaba loco. Después de seis meses se fueron a trabajar a
Salto’. (10) Veinte años más tarde, los palos de ñandubay y el grueso alambrado
que usó para evitar la pérdida de las ovejas y para parar los malones, todavía
estaban en pie en el establecimiento de Salto. ‘Trabajó como un esclavo, noche
y día y cuando se juntó con un poco de dinero, alquiló un pedazo de campo en la
frontera india; las tierras en esos lugares eran más baratas y los indios
estaban prácticamente encima. Durante
estos años, viviendo solo en una choza construida por él se enfermó de viruela;
una vecina criolla le traía todas las mañanas una jarra de agua fresca e
higienizaba lo que había que higienizar. Este fue todo el cuidado que tuvo
durante esa terrible enfermedad’. Años más tarde cuando visitó a su madre en
Kilrane, cuando entró a la casa ‘ella creyó que era un extraño; recién cuando
habló reconoció a su lindo John y lo único que hizo fue llorar y llorar. Estaba
tan desfigurado después de la viruela’. (10) John trabajó mucho y mereció tener
suerte. Se ocupó de sus ovejas día y noche ‘durmiendo muy poco, dado que tenía
que salir en cualquier momento, apenas oía el balido de las ovejas, que estaban
mezcladas con las del vecindario. No soportaba la idea de perder ni un solo
corderito. En 1859 tuvieron un año muy malo, no llovió durante varios meses
(...) Mi padre salvó a sus ovejas tirando baldes de agua continuamente sobre el
terreno reseco para que las ovejas pudieran comer las raíces que encontraban.
Hizo este trabajo día y noche para que pudieran sobrevivir. Apenas lo veían,
las ovejas se le venían encima...’ (10)
‘Para
las mujeres la vida en el campo fue muy dura. Era más seguro tener los hijos en
casa, aún con el peligro de perder alguno de ellos. Los doctores no existían
más allá del centro de Buenos Aires, y la mayoría de ellos sin diplomas. Cuando
había que hacer las compras, John iba a caballo o en un carro al pueblo de
Salto donde hacía las compras para nosotros y los vecinos, porque decían que él
tenía mejor gusto y mejor memoria que sus maridos. Mi madre cosía toda la ropa,
camisas, pantalones, todo. Si mi padre gastaba más de lo que había llevado, el
criollo le respondía: “no necesitamos su firma Don Juan, basta con la palabra
del inglés” (10)
En
1878, John regresó a Irlanda con su familia. Siendo el hermano mayor, siempre
tuvo la idea de retornar definitivamente para hacerse cargo de la granja
familiar. El asunto es que dos de sus hijos fallecieron allí, Catalina (Kitty)
y Martin y otro hijo, Nicolás, nació en Mount Julia, en el Condado de Wexford.
Kitty, ‘una adorable criatura de diez años, de cabellos dorados y muy alegre’
murió de escarlatina. ‘En estos años, la escarlatina era fatal. Nadie se
atrevía a acercarse por temor al contagio. Los demás niños fueron enviados a
Haysland, el antiguo hogar de mi padre, donde vivían una hermana y un hermano
inválido. Ella y los niños fueron a ver pasar el cortejo fúnebre cuando iba a
la iglesia de Kilrane. Mi madre dijo que se le partió el corazón cuando vio a
los tres pequeños mirando el funeral a orillas del camino, sin saber que era su
pequeña hermana la que sepultaban. Esto fue muy fuerte para mis padres.
Entonces mi padre dijo: “Me voy para no volver: la Argentina jamás me trató de
esta manera.” Nunca abandonó la Argentina otra vez’. (10) Estos tristes
episodios y la real pobreza económica de Irlanda convencieron a la familia de
volver al Río de la Plata.
Retornaron
a la Argentina en enero de 1882. En condiciones más favorables tras el
desplazamiento de los indígenas, el 15 de marzo de 1883 Murphy le compró a Don
Eduardo Casey ocho leguas de campo flor (18.600 hectáreas, 46.000 acres) en el
sur de la Provincia de Santa Fe, una de las mejores regiones de las pampas. (4)
Con
la ayuda de familiares y amigos se instaló en la zona y comenzó a alambrar el
campo, construyó puestos y plantó árboles en su nueva estancia que llamó “San
Juan” (2) Todas las deudas que contrajo para instalar esta estancia, las
terminó de pagar el año antes de morir. ‘Su ambición era morir libre de deudas
(...) Su estancia en Rojas había sido pagada mucho tiempo antes, también el
campo que compró en Salto’. (10)
A
fines del siglo XIX la cría de ovejas había comenzado a declinar y a ser
reemplazada por ganado vacuno, y más tarde por la agricultura. Entonces arrendó
sus campos a chacareros italianos, los que se dedicaron mayoritariamente a la
siembra de cereales (maíz, trigo). El 13 de julio de 1909, John Murphy falleció
en su casa de Almagro (Rivadavia 4191) a la edad de 87 años, dejando una
numerosa familia y una considerable fortuna. ‘Lo atacó un fuerte resfrío que
derivó en una bronquitis y después en una bronconeumonía y falleció cinco días
después sin sufrimientos, gracias a Dios. Había gastado 65 años de su vida
trabajando y vivió para ver su ambición hecha realidad: dejarnos sin deudas’.
(10)
John
James Murphy fue sepultado en el Cementerio de La Recoleta, en el corazón de
Buenos Aires en un austero monumento con una Cruz Celta.
La
mayor parte de los campos en Santa Fe fueron vendidos a colonos, algunos de los
cuales fueron desalojados por su hija Elisa Murphy de Gahan (8), a la sazón
viviendo en Inglaterra, de manera que eso nos hace recordar los desalojos que
se hacían durante la gran hambruna irlandesa justo antes del siglo XIX. De
todas maneras, sus descendientes sostienen que ‘cuando ella murió en 1964, dejó
sus propiedades para que fueran divididas entre sus ocho hijos o sus herederos,
quienes consideraron que debían venderse para repartirlas. Desgraciadamente la
mayor parte estaba arrendada (...) a unos inmigrantes franceses que tenían los
campos completamente abandonados. Por ejemplo, todos los molinos estaban fuera
de servicio, lo que indicaba que no podían trabajarse inmediatamente, esto
significó que recién se pudieron vender seis años después de su muerte y a un
precio muy bajo. Ella vivió en
Inglaterra durante los años que mediaron entre las dos guerras mundiales (...)
‘Cuando falleció su marido regresó a la Argentina, en tanto viviendo en el
Alvear Palace Hotel en Buenos Aires. (...) Sería una gran falsedad decir que
fue responsable por los desalojos que se produjeron después de su muerte, y en
todo caso fue lo que los arrendatarios merecieron en la circunstancia (...) La
administración y las ventas estuvieron a cargo de la firma Bullrich’ (9). Las
fuentes informantes coincidieron en que efectivamente hubo desalojos. Si fueron
justificados o no y si la responsabilidad fue de los Murphy o sus
administradores, es un acontecimiento desafortunado que revela la negativa que
tienen de “los ingleses” y su Pampa Gringa, los nuevos inmigrantes que llegaron
a la región.
Roberto Lorenzo
Cavanagh Hearne
* .../../1914 + 15/09/2002
El
domingo 15 de setiembre de 2002 falleció en su Estancia “El Quirquincho” en la
Provincia de Santa Fe, Don Roberto Lorenzo Cavanagh, a los 87 años. Sus restos
recibieron sepultura en el Cementerio Parque Otoñal de Venado Tuerto, con el
acompañamiento de familiares, amigos y admiradores.
El
abuelo de Don Roberto, Edward Cavanagh, llegó a la Argentina en el año 1851 y
se estableció en Arrecifes, donde contrajo matrimonio con Margarita Gaynor, y
sus padres Santiago Pablo Cavanagh Gaynor y Catalina Lucía Hearne Browne
contrajeron matrimonio en 1904 y se establecieron en la Provincia de Santa Fe,
haciéndose cargo de la estancia “El Quirquincho” a fines del año 1908. Don
Roberto era en el orden familiar, el octavo de los once hijos.
El 05 de mayo de 1939 Don Roberto contrajo matrimonio
con Lucrecia Rowell y tuvieron cinco hijos: Susan, Lucy, Roberto, Santiago y
Charles.
Amante
de la equitación, desde niño se destacó en la práctica deportiva del polo,
iniciándose alrededor de 1933, cuando integró junto a Juan Murphy Kenny y sus
hermanos Edmundo y Juan, el equipo de cadetes que obtuvo cinco triunfos sobre
seis partidos jugados en la Provincia de Salta.
En
los Juegos Olímpicos disputados en Berlín en 1936, la Argentina participó con
un equipo integrado por Luis Duggan, Andrés Gazzotti y el gran maestro Manuel
Andrada; el cuarteto se completó con Roberto Lorenzo Cavanagh, “el benjamín” de
apenas 21 años. Entonces la Argentina obtuvo el título máximo, ganándole a
Inglaterra por 11 a 0.
Con
el tiempo se fueron creando nuevos estilos y estrategias de juego. “La Nación”,
recordando aquellos años, publicó el 22/04/93 un artículo que decía entre otros
conceptos: “… y llegó el gran clásico, surgió antes “El Trébol”, campeón desde
1939 hasta 1943, con Luis y Carlos Menditeguy. Después apareció Venado Tuerto
‘la sombra’ (1944, 1946 a 1950 y 1955) con un equipo integrado por los primos
Juan y Roberto Cavanagh y los hermanos Enrique y Juan Carlos Alberdi. Una época
inmortal del polo argentino”.
Efectivamente,
como lo reflejó en ese artículo “La Nación”, en el mes de abril de 1943 en Los
Ángeles, California, se jugó extraoficialmente el campeonato mundial y la
Argentina obtuvo el título máximo. En el mes de diciembre de ese mismo año, y
en el marco oficial de la competencia, los argentinos volvieron a imponerse
venciendo en la final a los Estados Unidos por 11 a 5. Y en 1951 ganaron los
Primeros Juegos Panamericanos y la Copa América de Polo.
En
1996 las autoridades municipales de Venado Tuerto rindieron homenaje a estos
caballeros del deporte, identificando las calles que circundan el “Venado
Tuerto Polo & Athletic Club” con sus nombres. Este sencillo acto tuvo
toques emotivos, especialmente para los amantes del deporte, porque se
homenajeaba en vida a quienes merced al esfuerzo personal, habían logrado
silenciosamente conquistar campeonatos mundiales, llevando a todo el orbe la
imagen que nos “agranda” a los argentinos, la del deportista limpio y
disciplinado, la del caballero noble y aguerrido.
Después
de más de medio siglo de aquellas hazañas deportivas, -dice el documento
municipal- hoy se los recuerda con el mismo espíritu de entonces y con un
arraigado afecto nostaligioso. Porque estos campeones, han dejado de pertenecer
al exclusivo patrimonio de los venadenses, para convertirse en figuras
destacadas del deporte nacional. Sin embargo, ellos siguen siendo los mismos hombres
de las canchas de polo; las mismas personas de bien que llevan siempre a
cuestas la sencillez que sobresale en la cotidianidad de sus vidas. Es que ellos son y seguirán siendo así, como
los grandes.
La
Comunidad Argentino Irlandesa de Venado Tuerto rinde su homenaje a don Roberto
Lorenzo Cavanagh y hace llegar a su esposa, hijos, nietos y biznietos, sus más
sentidas condolencias. La imagen de su
personalidad permanecerá en el corazón de cada uno de los venadenses, porque ya
es parte de la historia de “la pequeña pampa irlandesa” que forjaron sus
ancestros y a la que él se entregó totalmente.
Rvdo. Padre José Tomás Maxwell
* 19/03/1893 + 03/01/1963
El
Padre José Tomás Maxwell nació en Venado Tuerto el 19 de marzo de 1893, hijo de
Patricio Maxwell (irlandés) y de Anita Gardiner.
Salió
un día de Venado Tuerto rumbo a Santa Fe a cursar estudios eclesiásticos en el
Seminario de Guadalupe, del que sería más tarde su rector, para celebrar su
primera Misa en la Navidad de 1916.
Fue
Monseñor Juan Agustín Boneo quien le confiriera el orden del presbiterado el 23
de diciembre de 1916, para designarlo el 17 de enero de 1926 Cura Párroco de
Venado Tuerto.
Inmediatamente
se abocó al ensanchamiento del templo, agregándole las dos naves y altares
laterales, además del camarín de la Virgen de Luján y la sacristía. También se
eleva la torre tres metros y se coloca
un costoso reloj carillón de cuatro cuadrantes. Por carecer de sello de
fabricación, se presume que fue traído de Francia. Terminada la ampliación, se
procedió al revestimiento y decorado exterior con molduras de estilo gótico
florido y algunos elementos barrocos, como por ejemplo al cabeza de los ángeles
en los vértices de las lanzas, abiertos donde se encuentran las campanas.
También se agregaron las dos puertas laterales.
Su
padre, donó el altar en honor a San Patricio, obra escultórica labrada en
madera que fue restaurada con motivo del centenario del edificio de la actual
Catedral. Para realizar las obras y el enriquecimiento artístico de la
parroquia, invirtió sus bienes personales, que, por herencia familiar de buena
posición económica, le correspondió.
El
P. Maxwell se caracterizaba por su dinamismo. Era infatigable en los recorridos
de su parroquia; desde el tugurio más humilde hasta la casa más señorial, trato
era el mismo, siempre con las manos llenas de bien. Lo mismo puede decirse de
sus recorridos a los pueblos vecinos, donde atendía a la feligresía carente de
sacerdote.
Fundador
de la revista "El mejor amigo", la que posteriormente se llamó
"La Voz del Sur". Era una revista de orientación cristiana que
mantenía informada a la comunidad de todas las actividades parroquiales.
En
el año 1932 el Obispo de Santa Fe, Mons. Nicolás Fasolino lo nombró Inspector
de Parroquias, con sede en la ciudad de Santa Fe, hasta 1934 en que comenzó su
Rectorado en el Seminario de Guadalupe y el 26 de noviembre de 1939 se hizo
cargo de la parroquia San Carlos Borromeo de la ciudad de Santa Fe.
En
el año 1949 impulsó la obra de embellecimiento del templo a cargo del artista
Cayetano Flores, obra que aún asombra a los visitantes.
En
1958, acompañado por un grupo de la Acción Católica, fundó el Centro de Dadores
de Sangre Voluntarios y al año siguiente gestionó la compra de una ambulancia
con el apoyo del pueblo y gobierno.
En
1960, con la colaboración del Club de Leones de San Carlos, comenzó una vieja y
ansiada aspiración: el revoque de la torre de la iglesia que finalizó en 1962.
El
Padre José Tomás Maxwell falleció el 1º de enero de 1963.
El
1º de enero de 2002, terminada la Misa en el templo San Carlos Borromeo, se
desarrolló una breve y sencilla ceremonia del descubrimiento y bendición de una
placa y busto a cargo del Pbro. Juan José Botta, en memoria del Padre José
Tomás Maxwell, cuyos restos descansan en el atrio de la Iglesia Parroquial.
Después
de los discursos y actos protocolares, se dio lectura al párrafo final de un
sermón del P. Maxwell, pronunciado en el año 1933, al cumplirse el
cincuentenario de la fundación de Venado Tuerto:
"Negros
nubarrones se ciernen sobre el cielo azul de nuestra patria, tradiciones,
principios disolventes, doctrinas malsanas, ideas deletéreas cunden por
doquier; quitando a Dios del corazón de la niñez, destruyendo a la familia con
la implantación del divorcio que nos amenaza... Nos narra la leyenda que allá
en un rincón de Francia, hallándose un niño postrado en el lecho del dolor, a
quien el médico había visitado repetidas veces. Una tarde en que llega el
médico, ve con asombro, a una niña encaramada en un árbol. Su extraña actitud
despertó la curiosidad del médico y acercándose a ella le preguntó qué es lo
que hacía y ella le contestó: usted doctor, dijo a mi mamá que cuando cayeran
las hojas del árbol mi hermanito moriría y yo las estoy sosteniendo para que no
se caigan".
Señores,
las hojas del árbol de nuestra patria están por caer; unámonos todos para
sostenerlas siempre fuertes, siempre vigorosas, siempre lozanas, siempre
verdes.
Toma,
¡Oh Señor! en tus manos el timón de nuestro pueblo y condúcelo por la senda
luminosa de la gloria..."
La
Voz de la Región 10/01/2002
Gentileza
de José R. Iturbide
Dr. Tomás
Brendan Kenny
* 23/07/1883 +12/11/1940
El
Dr. Tomás Brendan Kenny nació en Salto Argentino (Provincia de Buenos Aires) el
23 de julio de 1883. Desde temprana edad se distinguió como estudiante y
entusiasta deportista. Inclinado vocacionalmente hacia la medicina, obtuvo el
título de médico en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires (1909),
especializándose en cirugía. Inició su carrera en el Hospital Británico, y al
año siguiente ascendió a Médico Agregado al Servicio de Cirugía del entonces
Hospital San Roque, vinculándose definitivamente a la calificada y activa
cirugía de los hospitales Municipales.
Mientras
tanto, realizó viajes de estudio en forma ininterrumpida desde el año 1914. En
1925 se le confirió el cargo de Jefe de Cirugía del Hospital Álvarez.
El
Dr. Carlos I. Allende, en la revista “Medicina y Ciencias Afines” escribe
-entre otros conceptos- que fue un cirujano hábil y de vasta erudición, que por
modesta naturaleza jamás ostentaba. Sin embargo, aunque él lo deseara, no pudo
pasar inadvertido, porque sus reconocidas dotes quirúrgicas y científicas se
revelaban ya en 1917 a través de su tesis de profesorado “Diagnóstico de los
tumores de los huesos largos”, que le permitió vincularse a la Cátedra de
Clínica Quirúrgica desempeñadas hasta 1938, año en que fue designado Profesor
Extraordinario de la Facultad de Medicina.
El
Dr. Tomás Brendan Kenny era un hombre de grandes condiciones humanas. Su
cualidad de “buena persona” fue puesta de manifiesto en muchas ocasiones, pero
fue durante su actuación en el Hospital Dr. Alejandro Gutiérrez de Venado
Tuerto donde se pusieron de manifiesto esas calidades humanas tantas veces
reclamadas a los profesionales de la medicina. Muchas fueron las ocasiones en
que, después de viajar largas horas desde la Capital Federal, debió tomar el
bisturí y operar de urgencia a algún paciente internado. En reconocimiento a su
noble tarea en este nosocomio, una de las salas lleva su nombre.
El
Profesor Alejandro Ceballos manifestó que “muchas veces lo hemos visto con sin
igual elegancia, renunciar a tentadores beneficios, prefiriendo pasar sus
mañanas operando a los enfermos más pobres que más necesitaban de su abnegada
atención...”
De
carácter cordial, noble y generoso. La sabiduría que extrajo de los libros la
completó con su inteligencia sagaz y la empleó con caridad cristiana en la
asistencia a los enfermos. Honesto, bondadoso y comprensivo. Aunque de
personalidad exuberante, tenía la virtud de crear raíces profundas en el afecto
y la estimación de la gente. Siempre preocupado por sus enfermos; no dudaba en
gastar su sueldo para ayudar al paciente necesitado. Irradiaba especial cariño
fraternal para con los niños. En cuanto al trato con sus subordinados era
siempre afable, mesurado y suave, aun cuando se trataran temas urticantes.
Estos fueron los rasgos que definieron al hombre-médico, que hizo de su
profesión un sacerdocio, practicando el bien por el bien mismo.
Otro
reconocido profesional de su época, el Dr. Rodríguez Egaña lo describió como
“...un hombre ecuánime, justo, tolerante y comprensivo, pero por sobre todo y
fundamentalmente, bueno...No sabía de rencores e ignoraba la malicia... Franco,
abierto, sincero, leal...”
Para
matizar la intensa actividad científica que desarrollaba, practicaba su deporte
favorito “el polo”. Conocía muy bien el juego y como buen jinete, los caballos
no tenían secretos para él. Nació y vivió en el campo, por lo tanto, era
natural que conociera y gustara de la actividad rural, a la que dedicó parte de
su vida.
Su
actividad social lo cuenta como integrante del “Venado Tuerto Athletic Polo
Club” que presidió en algunos períodos y miembro activo de la Asociación
Argentina de Polo. Fundó la Sociedad Rural de Venado Tuerto, institución que le
rinde homenaje de reconocimiento a través de un busto erigido en el predio
ferial de la institución.
El
actual aeropuerto de la ciudad de Venado Tuerto lleva su nombre, en
reconocimiento a la donación que hiciera su esposa y a los méritos del
distinguido ciudadano. La propiedad fue recibida por las autoridades
Municipales a través de la Ordenanza N.º 0801/73 de fecha 11/09/73, establece
que la estación aérea se denominará: “Aeródromo Tomás Brendan Kenny” en mérito
a los servicios prestados por el extinto esposo de la donante.
“Recuerden
que hemos nacido para algo más elevado que para ser esclavos de nuestro cuerpo”
(T.B.K.)
Hermanos Large Michael y John B. Leahy
ligados a la Comunidad de Cafferata |
El
P. Large Michael Leahy había nacido en Co. Cork el 3 de mayo de 1840 y cursó
sus estudios en el Colegio de All Hallows, donde fue consagrado sacerdote el 30
de noviembre de 1862. Antes de ingresar al seminario se ofreció viajar a la
lejana Argentina para servir a sus compatriotas exiliados, razón por la que el
Padre Antonio Fahy se hizo cargo del costo de sus estudios.
Cuando
llegó a Buenos Aires, durante unos meses asistió al P. Fahy hasta que fue
designado capellán en la zona, cuya cabecera era el “Fortín de Areco”, hoy
Carmen de Areco. El área de la que se responsabilizó estaba comprendida por los
partidos de San Nicolás, San Pedro, Arrecifes, Carmen de Areco, Chacabuco,
Salto, Rojas y Pergamino, hasta la creación de otra capellanía en 1869 cuyo
centro era San Pedro. Allí fue designado el Padre Edmundo Flannery y comprendía
San Nicolás, Pergamino y Arrecifes.
En
su edición del 25 de mayo de 1984 “The Southern Cross”, al recordar los cien
años del fallecimiento del Padre Leahy hacía una reseña de su vida y decía que
no se necesitaba mucha imaginación para entender lo que en la práctica
significó la capellanía a su cargo. Las distancias, los caminos (cuando los
había) y los interminables galopes de una punta a la otra de este territorio
tan grande como un país europeo. A fin de congregar a sus fieles dispersos por
estas pampas de dios, el P. Leahy fue levantando capillas rurales -muchas ya no
existen- donde en fechas fijas atendía las necesidades espirituales de sus
irlandeses. Algunas de ellas fueron las de Santa María en Chacabuco; Santa
Brígida en Rojas; Santos Miguel y Mel (Santos Irlandeses) en el campo de Tomás
Duggan, ahora distrito de San Patricio; la Santa María en campo de don Miguel
Allen, conocida como Killallen, cerca de Castilla; la capilla de San Patricio
en campo de Tomás McGuirre, que sería el Monasterio san Pablo de los Padres
Pasionistas.
Su
actividad fue notable por lo creativo y completo. Adquirió una propiedad en
Carmen de Areco y abrió en 1869 un colegio con capacidad para sesenta
pensionistas y lo bautizó “Saint Brendan”. En varias de sus capillas estableció
bibliotecas circulantes. Organizaba reuniones sociales, asambleas patrióticas,
torneos deportivos. Fervoroso patriota, estimuló colectas para apoyar a sus
connacionales tanto en sus hambres. Cuenta Mons. Ussher que a la muerte del
Padre Fahy, convocó a una asamblea de irlandeses y propuso como mejor homenaje
al venerado Patriarca el traer de Irlanda a los Hermanos Cristianos Irlandeses
para establecer un colegio para los niños más necesitados y los huérfanos.
Circunstancias ajenas a su voluntad hicieron que este altísimo objetivo nunca
se concretase.
Cabe
destacar en forma relevante la actitud del Padre Leahy durante el flagelo del
cólera y luego de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires ente 1869 y 1871. En
esos días vivió a caballo de un lado a otro asistiendo a enfermos y moribundos
y enterrando a los muertos. De allí quedó su imagen a caballo con una pala
atada al recado (the priest of the spade). Durante algunos años tuvo la eficaz
ayuda de su hermano, el Padre John Baptist Leahy.
Quebrantada
su salud, regresó a Irlanda en 1878, pero volvió al año sin haber podido
restablecer sus fuerzas. Creyendo que un cambio de aire podría serle útil, a
mediados de mayo de 1884 emprendió viaje hacia las provincias del Norte. Pero
la muerte lo alcanzó lejos de todos los suyos, en “La Dormida” (ahora Tunuyán),
el 1º de junio. Contaba tan sólo 44 años. Nueve años más tarde su feligresía
trasladó sus restos a Carmen de Areco, donde descansan en el atrio de la
Iglesia Parroquial.
Esta
fue una síntesis de la vida de uno de esos formidables hombres de Dios que
sirvieron a nuestros abuelos y los acompañaron en las duras horas de exilio y
de la incorporación a su nueva Patria. Su nombre debe ser preservado y
venerado, y no debemos permitir que los años vayan borrando su memoria ni que
las nuevas generaciones desconozcan sus hazañas.
El
Padre Federico J. Richards, C.P., autor de esta reseña publicada por “The
Southern Cross” en su edición del 25 de mayo de 1984, dice que concluye esta
sencilla memoria –extraída en gran parte de la obra de Mons. Ussher “Los
Capellanes Irlandeses”- solicitando a la Federación de Sociedades Argentino
Irlandesas que se lo recuerde a través de alguna manifestación comunitaria.
Nosotros
también queremos preservar su recuerdo.
El 12 de julio de 1884, es la fecha de una
carta enviada al Editor de "The Southern Cross" Michael Dinnen por
Thomas J. Leahy, en la que le relata la muerte de su hermano, el P. Large M.
Leahy y que dice así:
Querido amigo: cuando nos
despedimos en la Estación Central en Buenos Aires, en viaje a Mendoza, tenía la
esperanza de poder traer a mi hermano el P. Large de vuelta, aunque más no
fuera para morir entre mis amigos, pero como usted ya sabe, Dios lo quiso de
otra manera. El telegrama que le envié desde Rosario anunciando su muerte no le
tomó a usted de sorpresa, ya que todos los amigos sabían que los días de mi
hermano en este mundo estaban contados.
El viaje de Buenos Aires a "La
Dormida", donde falleció, es muy desagradable y capaz de probar al más
fuerte -de Buenos Aires a Campana por ferrocarril, de Campana a Rosario por
barco, de Rosario a La Paz por tren nocturno, de La Paz a La Dormida por coche.
El 1º de junio partimos de La Paz para Mendoza, un viaje de dos días. Arribamos
a la Dormida -a 25 leguas de Mendoza- se sintió débil, así que nos detuvimos en
una posada junto al camino, donde, cinco horas más tarde fallecía, no sin antes
ser ungido por los Santos Óleos por un sacerdote que viajaba con nosotros.
Estuvo consciente hasta el final, y
aunque sufrió mortal agonía, nunca se quejó. En verdad se preocupaba más por mi
comodidad que por lo suyo. Sus últimas palabras fueron: "Tom, acuéstate,
yo estoy bien". Y en verdad, mi pobre hermano estaba realmente bien,
porque sin yo darme cuenta y mientras rezaba mis oraciones de la noche, entregó
su alma pura al Maestro que había servido y obedecido desde su niñez. Cuando
fui a arreglar su cama lo hallé muerto. Pensé en despertar a la gente de la
casa, pero no pude; así que tuve la melancólica satisfacción de velarlo a lo
largo de una interminable y triste noche. ¡Oh mi Dios, qué noche! - Sobre esa
cama descansaba el cuerpo sin vida de mi querido hermano; allí yacía el sacerdote
que, de saberlo, todo hombre, mujer y niño de sus muchas parroquias, llorarían
amargamente, pues era su Soggart Aroon. Cerca de las once de la noche siguiente
conseguí un féretro sencillo y una hora más tarde con la ayuda de algunos
desconocidos, lo deposité en su tumba junto al Río Tunuyán. Mientras acomodaba
la tierra sobre el sepulcro, mis pensamientos volaron, a pesar de mis
oraciones, hacia el otro hermano sacerdote que despedí junto al Cabo
¨Finisterre y mis ojos llorosos se elevaron hacia el cielo. Rogué a Dios nos
diera a mí y a los míos un lugar, más allá del horizonte, un lugar junto a
ellos. Suyo fielmente: Thomas J. Leahy.
Nota: La referencia al Cabo Finesterre
recuerda el deceso del hermano del P. Large, P. John Baptist Large también sacerdote
que falleció y fue sepultado en alta mar.
APÉNDICE:
El P. Large Michael Leahy era hermano de THOMAS LEAHY que nació en Co. Kerry en
1848 y fue el primer irlandés que se radicó en Loreto (campo fiscal que compró
Eduardo Casey en 1881). Thomas contrajo matrimonio con MARY NOONAN, irlandesa,
nacida en 1858. Tuvieron once hijos: Tomás, Large Brendan, Juana, Sara, María,
Brígida, Patricio José, Inés María, Cecilia, Ida y María.
El
señor Carol Oscar Madelón, vecino de la localidad de Cafferata, hizo una reseña
histórica del pueblo con motivo del centenario de su fundación (“1889 –
Centenario de Cafferata – 1989”), y refiriéndose al edificio de la Iglesia,
escribe:
“El
30 de agosto de 1918 se coloca la piedra fundamental, y el 30 de agosto de 1919
bendijo provisoriamente la Iglesia el Rvdo. Juan Manassero, siendo sus padrinos
los señores Juan Cavanagh, Patricio Walsh, Tomás Moore, Ricardo Cavanagh,
Santiago Casey, Tomás MacLoughlin, Large Leahy, Pablo Madelón, Matías Aguirre,
Agustín D’Andrea, Jorge Pron, Felipe Priotti, Juan Brennan, Juan Couvert, Rosa
Galice de Wheeler, Juana B. de Cutella y Regino López”. (Sic)
Como se puede inferir, los hermanos Leahy estaban muy ligados a la comunidad de Cafferata.
Pbro. Juan
Ignacio Downes Kenny
* 31/07/1922 + 30/12/1962
Nació
el 31 de julio de 1922. Fueron sus padres Pedro Downes Heffernan y Brígida Kenny
Heavy. En marzo de 1935 Juan Ignacio ingresa al Seminario Metropolitano de
Santa Fe, donde inicia sus estudios eclesiásticos. Al inaugurarse el Seminario Diocesano de
Rosario, integró el grupo de sus primeros estudiantes. Finalmente completó sus
estudios superiores de Teología en el Seminario de Villa Devoto en Capital
Federal.
Sobresaliente
y aventajado, fue cimentando el sacerdote apostólico que lo caracterizó. El
entonces Obispo de Rosario, Cardenal Antonio Caggiano, lo ordenó sacerdote el
20 de diciembre de 1947 en la Catedral de Rosario. Desde entonces desempeñó
durante 15 años una intensa y fecunda labor sacerdotal en las diversas
circunstancias y puestos que la obediencia eclesiástica le brindó.
El 28 de diciembre ofició su primera Misa
Cantada en la Parroquia de San Eduardo, donde estaba radicada su familia. Más
tarde fue Secretario Privado del Cardenal Antonio Caggiano y Vicario
Colaborador en la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia de Rosario.
Posteriormente
fue nombrado Cura Párroco de las localidades de Peyrano, Wheelwright y Rufino,
y sus fieles supieron de su labor apostólica.
El
30 de diciembre de 1962, tras soportar una cruel enfermedad, falleció en Venado
Tuerto a los 40 años. Quienes lo visitaron en sus últimos días, salieron
reconfortados por su fortaleza cristiana y por su fe y esperanza en un más allá
definitivo junto al Padre Celestial.
Por
ello, en sus exequias se despidió al “siervo bueno y fiel” y se pidió “el rezo
a él para que interceda por nosotros ante el Trono del Altísimo”.
Father Victor
O’Carolan CP
En
el Cementerio de San Pablo, en Capitán Sarmiento, Provincia de Buenos Aires,
recibieron sepultura ayer por la tarde, previa misa de cuerpo presente en la
Iglesia Santa Cruz, los restos del sacerdote Víctor O’Carolan, cuya muerte
ocurrió en esta ciudad a los 85 años.
Juan O'Carolan, "Padre Víctor del Espíritu Santo" nació el 6 de febrero de 1884 en Irlanda y falleció en Buenos Aires el 23 de diciembre de 1969. El Padre Víctor llegó muy joven al país para ingresar a la orden de los Religiosos
Pasionistas, donde recibió su ordenación sacerdotal en 1908. A partir de
entonces ejerció su ministerio con auténtico celo apostólico entre los miembros
de la colectividad irlandesa, y durante los años 1918 y 1920 organizó diversas
ferias benéficas destinadas a socorrer a las víctimas del levantamiento de 1916
en ese país. El sacerdote O’Carolan fue superior en las casas de la
Congregación Pasionista en esta ciudad y en Capitán Sarmiento. En los últimos
años, a pesar de su avanzada edad, prestó su colaboración en el templo de San
Telmo y en la capilla de una villa de emergencia en la zona de Retiro. Culto y
afable, la madurez de su juicio y su reconocida bondad le granjearon la cálida
estimación y el respeto de cuantos lo conocieron.
Del
diario “La Prensa” (sin fecha)
1952
– Los Padres Pasionistas Irlandeses realizan una misión en Venado Tuerto. Entre
los misioneros estaban el P. Victor O’Carolan y Celestine Buterley.
Edward Wallace O’Reilly
* Irlanda 09/04/1889 + Venado Tuerto 18/10/1980
Nació
el 9 de abril de 1889 en Lacken, Co. Westmeath, Irlanda. Era el segundo hijo de
Peter Wallace Cassidy y Ellen O’Reilly. Fueron sus hermanos: John y Patrick. Su
madre falleció el 13 de octubre de 1905 cuando sus hijos tenían 18, 16 y 14
años. En 1908 Patrick murió a causa de
una hemorragia, mientras le practicaban una operación de garganta; tenía apenas
17 años. Su inesperada muerte afectó mucho a su padre y hermanos.
En 1914, al declararse la gran guerra, el viejo
Peter, que todavía sentía el peso de la pérdida de Patrick, no estaba dispuesto
a entregar la vida de otro de sus hijos al servicio de la Corona Británica. Sin
vueltas, y ante la desesperación de imaginar a su segundo hijo en tierras
extrañas luchando bajo una bandera extranjera, vendió algunos bienes y con la
magra paga obtenida, embarcaría a Edward rumbo a la Argentina. John, el mayor,
se encargaría de la granja.
En
el puerto de Liverpool, Edward comenzó a sentir el peso de la soledad. Allí
entabló conversación con Victor Kalisky, un inglés de origen judío y sastre de
profesión, quien lo convenció para que se embarcase con destino a la Argentina,
ya que Edward le había confesado que si bien su padre lo enviaba al país
sudamericano donde tenía familiares, él tenía la intención de embarcarse hacia
Australia. Con lógica, Kalisky le dijo que, si emigraba a Australia, los
ingleses lo reclutarían con mayor facilidad que si se quedaba en Irlanda. La
teoría no era desacertada y las razones demasiado fuertes para que Edward las
desestimara. Convencido por Kalisky, abordó el buque “Oronsa” rumbo a Buenos
Aires.
Aunque
él sabía que tenía familiares en el país sudamericano, y a pesar de estar esperanzado
de hallar el apoyo necesario para emprender una nueva vida, en ese momento lo
envolvía una fuerte incertidumbre. Abandonar a su amada Irlanda implicaba
alejarse para siempre de sus seres queridos, mientras que el recuerdo de Paddy
y su lucha desesperada con la muerte en plena adolescencia, seguía apretándole
el corazón.
Allí
quedaban sus amigos y vecinos: los traviesos Reilly, los entrañables Coffey,
los joviales Muldarry, los hospitalarios Cormack, los bailarines Crumb y los
musiqueros Murtagh… Y acompañando sus recuerdos, el trinar de los pájaros; el
nacimiento de las flores de mayo y el dulce murmullo del río Inny que se
expandía por las praderas cual música de duendes invisibles. Allí quedaban las
colinas de tréboles silvestres envueltas por el aroma de la turba encendida que
impregnaba el aire del valle. La Iglesia y la Escuela, el recuerdo de sus
travesuras infantiles y el salto de la cerca para entrar a clase burlando el
ingreso por la puerta del jardín. ¡Sólo Dios sabía por dónde vagaban sus
pensamientos! Quizás la añoranza de
alguna niña, a la que un día le dedicó un poema o le cantó una canción; o en
las bulliciosas reuniones en la casa de los Coffey, donde se tocaba música, se
cantaban baladas y se bailaban jiggs. Ahora eran solo recuerdos. Él sabía que
no había retorno; que jamás regresaría a Irlanda, entonces trató de ordenar sus
sentidos, y se propuso guardar cada uno de esos momentos como un tesoro que
aliviaría la tristeza de su desarraigo.
El
01 de septiembre de 1915 el buque “Oronza” amarró en el puerto de Buenos Aires
y se despidió de Victor Kalisky. Ese día
tomó un tren rumbo a Pergamino y por primera vez entraba en contacto con “la
Argentina”. Su asombro no tenía límites. No podía creer lo que veía. ¡Esa
tierra grande de horizontes infinitos era algo increíble! ¿Sabrían los
irlandeses que existía este país de tierras tan extensas? ¡Cuando les contara a
su padre y hermano lo que sus ojos estaban viendo, seguro que no le
creerían! Pero lo que menos sabía
Edward, era que su abuelo paterno había visitado la Argentina a fines del siglo
XIX, y que cuando sus familiares quisieron tomarle una fotografía se rehusó
argumentando: “¿Quién se va a interesar por conocerme después de muerto?".
(Ver anécdota en recuadro)
En
Pergamino lo esperaban sus primos Thomas, Santiago, Gerald, Maggie y Juan,
hijos de Gerald Leonard, casado con Esther Wallace, nacida en Multyfarnham en
1856 y fallecida en Salto el 03/06/1914. El recibimiento fue cálido y
espontáneo. Maggie y Gerald serían sus mejores amigos y confidentes.
Posteriormente
ingresó a trabajar en la empresa Ferrocarril Central Argentino y tuvo como
destino, además de Pergamino, a San Nicolás, Villa Constitución y Venado
Tuerto, donde se radicó definitivamente.
Durante
un encuentro de la comunidad irlandesa de Venado Tuerto conoció a Rosa, la hija
menor de John Kenny y Catalina Heavy. Rosa le pidió a su madre que invitara al
joven irlandés a tomar el té, y Mrs. Kenny accedió, pero le pidió a Minnie
Kehoe (a la sazón viuda de Patrick Rourke) que hiciera de nexo. El trabajo de
Minnie tuvo éxito porque Edward y Rose se casaron en 1928 y tuvieron siete
hijos. Relatos orales dicen que Minnie Kehoe de Rourke, era la “casamentera” de
la comunidad.
Edward
Wallace O’Reilly falleció el 18 octubre de 1980 a los 91 años. Fue el último
irlandés que habitó en Venado Tuerto.
Versiones familiares relatan que en Irlanda
(John Wallace Muldarry 1806/1882) tuvo un altercado con un granjero del
vecindario cuando regresaban de la feria. Según parece se trompearon muy
fuerte. Fue tan agresivo el altercado que John noqueó a su contrincante hasta
hacerle perder el conocimiento. Esa noche un oficial de la policía llegó hasta
la granja para comunicarle que su rival estaba internado en el hospital muy
grave, advirtiéndole que, si el hombre se moría, tendría que arrestarlo. Al día
siguiente la policía volvió a la casa de John para comunicarle que el paciente
se había recuperado, pero John no pudo notificarse porque se esfumó. Se presume que fue en aquella ocasión cuando visitó a sus familiares
en la Argentina y la razón por la que eludía ser fotografiado. Una vez que se
enteró de que su vecino seguía con vida, regresó a Irlanda.
Don Juan Kenny (h)
* 24/06/1886+ 26/02/1941
Juan
Kenny (h) nació en San Nicolás de los Arroyos el 24 de junio de 1886, un año
después del asentamiento de sus padres John Kenny y Kate Heavy en la zona de
Venado Tuerto. Jack fue el cuarto hijo en el orden familiar y el primero de los
tres varones. El 26 de agosto de 1926 contrajo matrimonio con Marcela Gaynor y
tuvieron dos hijos: Juan Guillermo y Luisa.
Trabajador
incansable, Jack se desvivía por el bienestar de su familia. Extremadamente
bondadoso y confiado, resultó víctima de su propia credulidad. Siempre
dispuesto a tenderle una mano a quien le pidiera algún favor; era incapaz de
decir “no”, aun en circunstancias dudosas. Su exceso de confianza en “la
palabra” de los demás, le ocasionó problemas familiares y económicos que,
sumados a una cosecha frustrada por factores climáticos, se vio en la necesidad
de vender la fracción de campo que le tocó por herencia.
En
1935 comenzó a trabajar como puestero mensual simple en la Estancia “La Calma”,
de Don Alejandro Estrugamou. Este trabajo lo consiguió a través de su cuñado
Mateo Chapman, que era mayordomo de la Estancia “Las Niñas”, propiedad de los Sastre,
familiares de Estrugamou. Jack ocupó con su familia el Puesto N.º 5, y tenía a
su cargo la hacienda vacuna, además de colaborar con los otros puestos y estar
a cargo de los trabajos generales en el casco de la estancia.
Por
aquellos años los puesteros eran propietarios de los caballos (Jack tenía diez)
y además del sueldo, les proveían una vivienda compuesta de cocina y
dormitorio; carne en abundancia y leche, que obtenían de una vaca que separaban
del resto y que ellos mismos ordeñaban. También se criaban gallinas,
asegurándose una buena producción de huevos. Lo que no estaba permitido era el
criadero de cerdos.
A
mediados de 1936 Jack fue ascendido a “Puestero interesado”. Esto significaba
agregarle a sus tareas el cuidado de una majada de 1500 ovejas. El sueldo
seguía siendo el mismo, pero a fin de año recibía un porcentaje de las
utilidades obtenidas por la venta de lana. Generalmente, y para no resentir las
tareas de la estancia, el puestero contrataba a un boyero o enviaba a sus hijos
a cuidar las ovejas. Y si bien este ascenso representaba una mejor remuneración,
las condiciones laborales se asemejaban bastante a la esclavitud; el único día
de descanso era el domingo, el resto de los días se trabajaba de sol a sol.
Era
común que el mayordomo efectuara sorpresivamente un recuento de animales, lo
que hoy llamaríamos una “auditoría”. Si faltaba alguno, automáticamente era
descontado del sueldo del puestero. Este inventario se hacía mediante el conteo
de la hacienda en pie y los cueros de los animales muertos. Cada vez que se
moría un animal había que cuerearlo y presentarlo de muestra. Este trabajo fue
fatal para Jack. Un día debió cuerear
una vaca que murió de grano malo o carbunco, enfermedad conocida vulgarmente
como “carbunclo”. En esa oportunidad se hizo accidentalmente un corte y se
infectó. Inmediatamente lo trasladaron a la localidad de Lazarino, donde el
médico del lugar le hizo las primeras curaciones para luego “internarlo” en el
hotel de Amenábar, otro pueblo cercano, porque no había hospital en toda la
zona. Entre la inexperiencia del médico y la falta de medicamentos adecuados
(no existía la penicilina), su salud se agravó. A instancias de Don Mateo Chapman
lo trasladan al Sanatorio del Dr. Luis Chapuis en Venado Tuerto (hoy
Policlínico Dr. Luis Chpuis). Durante su internación fue atendido por su
sobrina Catalina “Cathy” Chapman, que era enfermera y trabajaba en ese
sanatorio.
El
26 de febrero de 1941, después de permanecer unos diez días de internación,
Jack Kenny falleció de gangrena.
Retrato de un padre
A
través de la narración de su hijo Juan Guillermo, hemos podido obtener un fiel
retrato de la personalidad de Juan Kenny (h). Él nos cuenta la intimidad de su
vida familiar, y a pesar de la brevedad de su relato, traza una semblanza muy
real de aquella época. Las imágenes de hombres que pertenecieron a una
generación que sufrió carencias, y en la que subsistir en un ambiente hostil,
no era precisamente el edén. Eran tiempos en los que había que afrontar con
mucho coraje y esfuerzo físico los despiadados embates de la naturaleza.
Cuando
Jack falleció, todavía no había cumplido los 55 años, razón por la que Juan
Guillermo no llegó a conocerlo con detenimiento, teniendo en cuenta que a los
diez años (1937) fue internado como alumno pupilo en el Instituto Fahy de
Capilla del Señor y posteriormente (1938) en el Instituto Fahy de Moreno; de
ahí (1939) ingresó al Seminario de Rosario. No obstante, recuerda que su padre
se levantaba a las cuatro de la mañana, tomaba unos mates amargos, ensillaba el
caballo (a veces llevaba otro de tiro) y partía a cumplir con su trabajo, para
regresar por la noche. Un día una mujer del vecindario le preguntó si siempre
se levantaba tan temprano, a lo que Jack respondió: “¡Nooo! ¡Los domingos
duermo hasta tarde! Me levanto a las seis...”
Más
adelante Juan Guillermo describe a su padre como una persona de contextura
gruesa, de 1,80 de estatura y no más de 90 Kg., un hombre que gozaba de buena
salud. Fumaba en pipa y chicaba tabaco. Tenía la dentadura completa y sana. Le
gustaba la música, y cuando cabalgaba tarareaba o silbaba alguna canción.
Muchas veces lo escuchó silbar “La viuda alegre” de Franz Lehar.
Más
adelante recuerda que su padre, a pesar de ser una persona bondadosa y querer
mucho a su familia, nunca fue muy demostrativo en sus afectos, pero hizo lo
imposible por darles una educación acorde a los tiempos que vendrían, a tal
punto que no quiso que su hijo trabajara de boyero. Él quería que ocuparan todo
su tiempo y esfuerzo en el estudio.
Jack,
como sus hermanos menores, fue un autodidacto. Su hermana mayor Brígida era su
maestra., la que con su otra hermana Molly, había estudiado en un colegio
religioso de San Nicolás. Sin embargo, Jack leía y escribía correctamente el
castellano y el inglés. Como era afecto a la lectura y su vista comenzó a
flaquear, debió usar anteojos, los que adquiría en “Óptica Widmer” de Venado
Tuerto (actualmente existente y atendida por descendientes). De profundas
convicciones religiosas, le encargó a su hijo un devocionario con letras
grandes para no fatigar su vista. Juan Guillermo le consiguió la “Nueva Áncora
de Salvación”, que hoy todavía conserva como tesoro más preciado. Sus letras
mayúsculas miden de 5 mm y las minúsculas de 3 mm.
Los
domingos eran días de esparcimiento. Por la mañana toda la familia se vestía
con sus mejores galas y partía a Aarón Castellanos o a Lazzarino-Amenábar para
asistir a Misa. Después del oficio religioso se hacían las compras para toda la
semana en el almacén de ramos generales, la panadería, la verdulería y también
en la tienda y ocasionalmente la ferretería, cuando hacía falta algún repuesto.
El “tour” se completaba con la compra del diario “La Nación”, y “Mundo
Argentino” y a veces alguna que otra revista. El retorno a casa no era siempre
el mismo. Algunas veces se volvían una vez finalizadas las diligencias, y en
otras ocasiones el paseo se prolongaba durante todo el día; se almorzaba en el
hotel y por la tarde se visitaba a las familias irlandesas que vivían en el
pueblo, como los Allen, Cullen, Mulvanny. Allí tomaban el té y al atardecer
silbando bajito, se regresaba a casa. Otra faceta de la personalidad de Jack
era que nunca se quedaba a dormir en la casa de los parientes, a pesar de ser
numerosos. Sin embargo, él nunca quería molestar o incomodar a nadie, por eso
se alojaban en el hotel. Compartía un almuerzo o una taza de té con quien
quiera y donde fuera, pero siempre dormir en el hotel.
La
asistencia a Misa era obligatoria. No había clima adverso que impidiera su cumplimiento,
a pesar de los 25 km que distan desde el Puesto N.º 3 de la Estancia “La Calma”
a Aarón Castellanos hacia el sur, o hacia Lazzarino al oeste, parte a campo
traviesa, parte por caminos en mal estado.
Jack
tenía un automóvil, pero jamás lo manejó. ¡Y ni hablar de obtener el registro
de conductor! Cuando había que salir, meticulosamente hacía los preparativos y
le agregaba agua caliente al radiador, le bajaba los bigotes y lo ponía en
marcha a fuerza de darle a la manivela. Su esposa Marcela era la conductora, y
el único lugar donde no se atrevía a manejar era en la “gran ciudad” (léase
Venado Tuerto), ahí se hacía cargo del volante Guillermo “Sonny” Chapman. Era
el único automóvil (no oficial) que había en la estancia y sus servicios eran
requeridos a menudo por otros puesteros, lo que motivó que se entablara una
relación muy familiar con la gente de los alrededores, y la razón por la que
siempre estaban invitados a casamientos, acontecimientos sociales y/o
emergencias. “Fuimos, de alguna manera –dice Juan Guillermo - los precursores
del remís actual”.
Cuando
Jack enfermó, debió ser internado en un sanatorio. No se sabe con certeza, pero
se supone que fueron los dueños de la estancia los que se hicieron cargo de los
gastos. No obstante, su esposa Marcela, con la colaboración de su cuñado Eddie,
tuvo que recurrir a la justicia para cobrar el seguro de diez mil pesos que
legítimamente le correspondía y que la administración de la estancia se negaba
a pagar. Antes de su fallecimiento, Jack insistió en que, ante cualquier
circunstancia adversa, se reclamara el pago del seguro. Mucho tiempo después se
pudo efectivizar la suma de nueve mil pesos, el resto se esfumó entre gastos y
honorarios.
“Daddy”,
“Jack”, “Don Juan Kenny”, conforme se lo conocía en los distintos ambientes,
acuñó el aprecio de sus contemporáneos por “la nobleza de su persona y la
confianza en sus semejantes”.
Al
recordarlo en estas páginas, queremos rendir nuestro homenaje a todos los hijos
de los primeros pobladores que llegaron a estas tierras esperanzados en formar
la pequeña pampa irlandesa.
|
Rvdo. P. Pedro Richards CP |
* 31/12/1911 - + 30/10/2004
La
Sociedad Argentino Irlandesa de Venado Tuerto participa el fallecimiento del
R.P. Pedro Richards C.P., misionero de origen irlandés y fundador del
Movimiento Familiar Cristiano. El P. Richards falleció el 30 de
octubre
de 2004 y sus restos fueron sepultados en el cementerio del Monasterio de la Congregación
Pasionista en Capitán Sarmiento. Nuestra comunidad ruega una oración en su
memoria.
El
P. Pedro Richards nació en la calle Zaire y Monroe, barrio de Belgrano, el 31
de diciembre de 1911, y fue anotado como Juan Enoch Richards, pero bautizado también
como Pedro, nombre que asumió en su vida sacerdotal.
Hijo de Juan Carlos Richards y María Julia
Kehoe, era el tercero de seis hermanos. A los 21 años ingresó a la congregación
de los Padres Pasionistas, donde cursó sus primeros estudios eclesiásticos.
Posteriormente fue enviado para ampliar sus conocimientos a Escocia y Bélgica,
siendo ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1940. De ahí en más comienza su
tarea apostólica y Venado Tuerto contó con su presencia en el año 1947, cuando
junto a otros sacerdotes de la congregación predica durante una semana en la
Iglesia Parroquial. En 1948 se dedica a la pastoral familiar, centrando sus
esfuerzos en formar grupos de matrimonios, lo que posteriormente dio origen al
Movimiento Familiar Cristiano.
Su
labor misionera ha sido tan fecunda y prolífica, que demandaría mucho especio
comentarla aquí, razón por la que dejaremos que la historia se encargue de
recordarlo a él y a otros tantos Misioneros Pasionistas que surcaron nuestra
región y se entregaron totalmente a su apostolado sin pedir nada a cambio.
A
escasos dos meses de cumplir sus 93 años, el Padre Pedro Richards C.P. quedará
en la memoria de la comunidad irlandesa en la Argentina como el símbolo de una
época que solidificó los valores de los primeros inmigrantes de la verde Erín.
El Padre Pedro Richards era un asiduo asistente de la comunidad de Venado Tuerto en los años 1950.
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|
En
un salón versallesco de un afamado hotel internacional fue consagrada Miss
Argentina para Miss Universo la bella Norma Beatriz Nolan de 24 años. Blanca,
de pelo negro y ojos azules, Norma nació en Venado Tuerto en la provincia de
Santa Fe y trabajaba como modelo profesional. En Long Beach, Norma logró el
título de Miss Universo para la Argentina venciendo en la noche final a la
islandesa Ann Geirsdottir (1ª finalista), a la finlandesa Anja Aulikki Havinen (2ª
finalista), la brasileña María Olivia Reboucas (3ª finalista) y a la china
Helen Liu (4ª finalista). Norma al igual que sus compatriotas Norma Cáppagli
(Miss Mundo 1960) y luego Mirta Massa (Miss Internacional 1967) fue la única en
usar el modelo de corona que le colocaron cuando ganó. Después de viajar por
muchos países del mundo y entregar su corona, Norma regresó a Buenos Aires y
continuó trabajando como modelo. Se casó en 1966 y tuvo una hija llamada Zita
Norma Zanotti. Luego de participar como jurado durante la elección de Miss
Universo en 1969, Norma se alejó del mundo de la moda y la televisión. Se
radicó en Miami, donde tiene una librería. Increíblemente, Norma Nolan fue la
única Miss Universo latinoamericana que no participó del programa homenaje que
realizó Susana Giménez donde las reinas de belleza fueron entrevistadas y
homenajeadas. En la elección de Miss Argentina, Norma fue escoltada por Norma
del Valle de 21 años como 1ª princesa, quien también obtuvo el título de Miss
Elegancia y fue la Reina de la T.V. en 1958; y por Isabel Laura Riggió, ¨ Miss
Capital Federal ¨ como segunda princesa. Entre las seis finalista se clasificó
Zulma Faiad, quien se dedicó a la carrera artística como actriz y fue una de
las más bellas y famosas de las vedettes entre las décadas del 60 y 80.
Actualmente sigue siendo una de las más bellas actrices de comedia de la
televisión argentina.
Brigadier EDUARDO FRANCISCO MC LOUGHLIN
El brigadier (R) Eduardo Francisco Mc
Loughlin, nacido en Cafferata, fue una figura trascendente de las Fuerzas
Armadas de nuestro país y un importante colaborador de gobiernos democráticos
que lo convocaron para actuar en diversas áreas y en variadas funciones. Por
caso, fue designado durante la presidencia radical de Arturo Illia como secretario
de Aeronáutica, cuando existía ese organismo en
forma
dependiente del Poder Ejecutivo, con el rango de ministerio. Más tarde fue
llamado a funciones de gobierno por el entonces presidente de facto Roberto
Levingston, que lo designó como ministro del Interior. En la cartera de
Relaciones Exteriores, cuya titularidad le ofreció el expresidente Alejandro
Agustín Lanusse, el brigadier McLoughlin cumplió una destacada actuación e
intentó un acuerdo con el gobierno británico por las islas Malvinas. Siendo canciller,
en un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, McLoughlin
calificó a las islas como "residuo de una etapa superada de la expansión
imperial" y afirmó que la voluntad del gobierno que integraba era
continuar las conversaciones con Londres en busca de una solución definitiva
"que no puede ser otra -dijo- que el reintegro definitivo de las Malvinas
al patrimonio nacional argentino". McLoughlin había actuado como embajador
argentino ante Gran Bretaña en 1967 y –previamente- ante la representación de
nuestro país en los Estados Unidos. En sus comienzos como teniente primero fue
designado miembro de la Comisión de Adquisiciones Aeronáuticas en Europa y
agregado aeronáutico en la embajada argentina en Gran Bretaña. Era hijo de Juan
MacLoughlin O’Brien y Margaret Doyle Roche y hermano de: Santiago Roberto, Juan
Bernardo, Alfredo José, Margarita María y Margarita Elena. Llegó al grado de
Brigadier General. Embajador de la República Argentina en el Reino Unido. Fue
ministro de relaciones exteriores y culto. Secretario de Aeronáutica. Contrajo
matrimonio el 13 de noviembre de 1943 en Corral de Bustos, Provincia de
Córdoba, con Mónica Murphy Leahy, hija de Philip Murphy Scanllan y de Mary
Leahy Noonan. Sin descendencia.
MARGARITA KENNY McCORMICK
Nació
el 9 de mayo de 1915, la destacada artista, discípula de Rosalina Crocco,
debutó en el Teatro Colón en 1943 en El ocaso de los dioses bajo la dirección
de Roberto Kinsky. Luego de estudiar en Filadelfia, Estados Unidos, bajo la
guía de Leonard Warren, se trasladó a Europa donde desarrolló una importante
carrera. Cantó El anillo del Nibelungo bajo la dirección de Wilhelm Furtwängler
en la Scala de Milán en 1950. Durante 25 años interpretó en la Ópera de Viena
los principales papeles de su cuerda, especializándose en el repertorio
verdiano y wagneriano. Actuó bajo la dirección de Karl Böhm, Herbert von
Karajan y Tulio Serafin, y cantó junto a Kirsten Flagstad, Svet Svanholm y Max
Lorenz, entre otros. Bajo la dirección de Clement Kraus, grabó el papel de
Herodías de Salome de Richard Strauss, mismo personaje que interpretó en 1975
en el Teatro Colón. Una vez que se retiró se dedicó a la enseñanza en la
Argentina, donde tuvo entre sus discípulos a Gloria Sopeña, Beatriz Costa y
Carlos Bengolea. Falleció en su ciudad natal el 21 de agosto de 2008 en Venado
Tuerto. Sus restos sepultados en Jardín de Paz, cementerio de Pilar, PBsAs.
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Juan Cavanagh |
Juan Cavanagh MacKeon. Nació el
12 de noviembre de 1912 y falleció el 02 de febrero de 2007 a los 94 años.
Proveniente de una familia tradicionalmente jugadora de polo, Cavanagh se
destacó no sólo por sus conquistas en Palermo en el ámbito local. Con su equipo
-él como delantero y acompañado por su primo Roberto y los hermanos Juan Carlos
y Enrique Alberdi-, representó al país con éxito en el Petit Mundial de los
Estados Unidos, en abril, y en Buenos Aires, en octubre, en 1949; en la IV Copa
de las Américas en 1950 ante Estados Unidos, y fue campeón Panamericano en
1951. Su aparición grande en este deporte fue en 1944, en pleno reinado de El
Trébol. Entonces, con seis goles de hándicap y junto a su primo, más Enrique y
Juan Carlos Alberdi, interrumpieron cinco victorias consecutivas de su rival
para alzarse con su primer título argentino. Luego del impasse del año
siguiente por la Segunda Guerra Mundial, la formación se impuso en los tres
años venideros, con el detalle que después de la conquista de 1947 Juan fue
subido a nueve, la máxima valorización que ostentó en su prolífica carrera. Al
respecto, se lo considera integrante de una trilogía, junto con Manuel Andrada
y Heriberto Duggan, de los polistas que debieron llegar al 10, pero, quizá con
cierta injusticia (ya había polémica por los hándicaps entonces), no pudieron.
En la consagración de 1949, Luis Duggan se unió al equipo en reemplazo de
Roberto Cavanagh y jugó como delantero, pasando Juan a desempeñarse como número
dos, manteniéndose Enrique Alberdi de tres y Juan Carlos Alberdi de back. Ya
con la formación original, volvió al título en 1950. En 1955, Venado Tuerto
recuperó la gloria después de cinco años, con el detalle que el equipo tenía 38
goles de valorización: era el cuarteto con más hándicap ganador de Palermo
hasta esa fecha. Esa fue su última conquista, ya que al año siguiente volvió a
vencer El Trébol y en 1957 apareció en escena Juan Carlos Harriott (h.) para
dominar con coronel Suárez al polo argentino. Precisamente Suárez, en 1972,
ganó con su clásica formación (Alberto Pedro y Horacio Heguy y Juan Carlos -h.-
y Alfredo Harriott) con 38 goles de hándicap, igualando la marca de Venado
Tuerto. Ese cuarteto llegó a los 40 goles en 1974 y en 1975, de nuevo ganador,
quebró el récord anterior. Sobre ese clásico entre Venado Tuerto y El Trébol,
cabe decir que jugaron cuatro finales en Palermo, con dos victorias para cada
uno. Consultado sobre esos partidos, cuando murió Roberto Cavanagh, en 2002,
Alberto Pedro Heguy decía: "Venado Tuerto, con simpleza y fortaleza en el
juego, representaba a Boca; El Trébol, con habilidad y fineza, era como
River". Consultado por LA NACION ayer en especial sobre el estilo de Juan,
recordó: "Cuando yo recién comenzaba mi carrera llegué a jugar con él,
creo que una copa buena, me parece que la Cámara de Diputados. Él jugaba de uno
y tiraba extraordinariamente al arco, aunque no era su puesto ideal por sus
características físicas, porque era más grandote que un delantero tradicional.
No llegó al 10, pero se lo merecía. Fue un gran jugador y un hombre
excepcional". Además de jugador, junto con Roberto Cavanagh y Luis Duggan
fue director técnico del equipo argentino en la Copa de las Américas de 1966,
puesto que tuvo en exclusividad en 1969. Para 1979, continuó en el cargo y
cuando convocó al equipo de coronel Suárez, les dijo: "Ustedes son la
selección y las figuras. Pídanme lo que necesiten, que les consiga caballos o
lo que precisen. Yo solamente colaboraré en lo que quieran, pero no me pidan
que los dirija". Se fue el último sobreviviente del primer gran clásico
del polo argentino. Pero en estos casos se trata sólo de una desaparición
física. Su lugar de privilegio en la historia del deporte argentino lo tenía
asegurado desde hace muchos años. Hombre siempre bien montado y de juego
práctico Entre las características que se recordarán siempre de Juan Cavanagh
quedarán la gran calidad de su caballada y su forma de entender el juego: era
quien hacía las cosas más sencillas en su equipo y quien patentó los pases
largos y rápidos, estilo práctico y que luego fue copiado en todo el mundo.
También con los colores argentinos. Los mismos hombres, el mismo espíritu de
lucha. Con sus tres compañeros de equipo también compartió los colores
nacionales y siguió sumando conquistas. La formación íntegra de Venado Tuerto
ganó el Petit Mundial en los EE. UU. y el Mundial de Buenos Aires, en 1949; al
año siguiente, se llevó la Copa de las Américas, y en 1951, el torneo
Panamericano. Nada se modificaba cuando se cambiaban las casacas del club por
la de la Argentina. Crónica de Carlos Beer (La Nación)
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Tomás Bernardo Cavanagh |
Tomás Bernardo nació el 5 de
enero de 2001 en Amenábar, Provincia de Santa Fe. Hijo de Bernardo Anastasio
Cavanagh Benfatto y Verónica Cocordano. A comienzos de 2015 llegó a la Pensión
del Club Vélez Sarsfield para desempeñarse en una interesante camada como lo es
la Categoría 2001. Nunca le resultó fácil ganarse el puesto, ni como volante
por izquierda ni reconvertido a lateral por ese sector. Isaías Barroza y Felipe
Di Lena, dos que desde chiquitos vienen formado parte del equipo, eran los
principales competidores de Cavanagh, quien se armó de paciencia y siempre dio
lo mejor cada vez que le tocó jugar: en Liga Metropolitana o en AFA, según
dónde surgiera la necesidad. Durante 2019 cursó su mejor año en la Institución.
En medio de un conjunto que la rompió en el primer semestre, se consagró
Campeón de Quinta División. Flavio Espósito fue el director técnico de ese
equipazo que tenía muchas bajas por estar entrenando con Primera, pero el
recambio de la 2001 dio que hablar y golearon 5-0 a Racing en una final
inolvidable. Y por supuesto Tomy, fue una de sus figuras a fuerza de
proyecciones profundas, un muy buen juego aéreo y criterio en la marca. Con la
venta de Braian Cufré se abrió la posibilidad para que subiera a entrenar con
el primer equipo. Sumó rodaje en los amistosos, integró en banco de suplentes
en un puñado de compromisos pudo consumar su debut en la máxima categoría ante
Patronato. Reemplazó a los 34 minutos a Francisco Ortega. No fue fácil plantarse
en un encuentro donde solamente ganar servía, habida cuenta de que Vélez se
jugaba su pase a la Zona Campeonato. Finalmente, tuvo lugar un empate que dolió
mucho en la noche de Paraná. Sin embargo, el Flaco llegó a primera y es el
séptimo juvenil que se estrena en la Era Pellegrino. Será momento de barajar y
dar de nuevo. De esperar a que los más chicos maduren a su tiempo, sin apuros,
pero con firmeza y responsabilidad. Así fue la carrera aficionada de Tomás
Cavanagh en Vélez. El pibe de tranco elegante y promisorias condiciones que
siempre la peleó y llegó para quedarse.
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Gastón Cavanagh con su esposa
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Cavanagh Echeverría, Gastón. Periodista que, junto a su esposa María Eugenia Duffard, integra parte del staff periodístico de investigación de Canal 13 de televisión. Gastón es hijo de Rogelio Francisco “Pancho” Cavanagh y de Alejandra Echeverría
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Padre Edmundo Flannery.
Este
sacerdote nació en Irlanda en 1840 y murió a los 83 años en Buenos Aires el 10
de agosto de 1923, después de ejercer su fructífero y generoso ministerio
durante más de cincuenta años en la capilla de San Patricio cercana a Santa
Lucía.
Al
promediar el siglo XIX, la colonia irlandesa del Río de la Plata había
duplicado su número y se expandía en forma notable en la provincia de Buenos
Aires. Las grandes distancias, la falta de caminos y las dificultades
originadas en la adaptación de los inmigrantes irlandeses al idioma español
obligaron a fray Antonio Domingo Fahy, destacado sacerdote dominico llegado a
la Argentina en 1844, donde llegó a ser una figura central, a optar por el
recurso de formar en Irlanda sacerdotes para la diócesis de Buenos Aires
destinados a las necesidades espirituales de sus connacionales.
Así
fue que consiguió en Irlanda seis jóvenes que se prepararon en el seminario de
All Hallows de ese país, y cuya formación fue costeada por la colectividad
irlandesa rioplatense. Terminados sus estudios, llegaron a la Argentina a
partir de 1859: se llamaban Tomás Carolan, Miguel Leahy, Santiago Curran,
Miguel Connolly, Santiago Kirky y Patricio Dillon. Más tarde, en 1867 y 1868,
llegaron otros seis: Patricio Lynch, Samuel O`Reilly, Tomás Mulleady, Félix
O`Callaghan, Juan Bautista Leahy y Edmundo Flannery.
A
medida que iban llegando, el padre Fahy se ocupaba en iniciarlos en su nueva
vida, orientarlos en su misión a cumplir y luego les asignaba el territorio que
debían atender.
El
Padre Large Michael Leahy fue uno de los seminaristas cuyos estudios cubrió el
Padre Antonio Fahy, al ofrecerse para viajar a la lejana Argentina a servir a
sus compatriotas exiliados. Al llegar a Buenos Aires, por unos meses asistió al
Padre Fahy hasta que fue designado capellán en la zona cuya cabecera era el
Fortín de Areco, hoy Carmen de Areco. El área que cubrió y de la que se
responsabilizó, abarcaba los partidos de San Nicolás, San Pedro, Arrecifes,
Carmen de Areco, Chacabuco, Salto, Rojas y Pergamino, Planeó fundar una
biblioteca e inició el proyecto de construcción de una capilla, tan hondamente
deseada por sus feligreses. En 1869 se creó otra capellanía cuyo centro era San
Pedro. Allí fue designado el Padre Edmundo Flannery y comprendía San Nicolás,
Pergamino y Arrecifes
El
Padre Flannery reemplazó al anterior a fines de 1869 y llevó adelante el
proyecto de construcción de la capilla de San Patricio, que junto con la casa
para el capellán se terminaron y se inauguraron en 1876. Una nota periodística
se refirió al suceso en estos términos: “La capilla y la casa para el sacerdote
construidas por los feligreses del Padre Flannery, sobrepasan cualquier otra
cosa semejante que yo haya visto en el país. Las nuevas edificaciones se
levantan sobre un terreno alto; la iglesia es una hermosa construcción con una
torre que se ve desde mucha distancia. La casa para el capellán es un sólido
edificio de ladrillos de cinco piezas. El celoso pastor merece el más fervoroso
aplauso por sus esfuerzos”. Poco después de la inauguración, el Padre Flannery
dio a conocer el siguiente informe: “Todos los irlandeses de la vecindad y
muchos nativos han suscrito con generosidad. Las cuentas dicen: Costo de la
iglesia: $261.402; colectas: $195.846; deuda: $65.556. El edificio tiene 80 pies
de largo, 26 de ancho y 30 de alto. El Deán Dillon asistió a la consagración”.
Lamentablemente,
esa inolvidable joya levantada con tantos esfuerzos fue absurdamente demolida,
cuando aún no había cumplido cien años, sin que nunca se aclararan las razones
que pudieron existir para que las autoridades eclesiásticas ordenaran o
permitieran la destrucción de este valioso patrimonio histórico cuando tenía
solamente 98 años de antigüedad, suceso del que los pobladores se enteraron
cuando ya se había consumado. Sólo se recuperó mucho tiempo después, muy
trabajosamente, la campana, que está ahora en la cercana iglesia de Santa
Lucía, y no es posible documentar el destino corrido por los hermosos vitrales
y demás elementos, ya que todas son versiones poco claras. Las autoridades que
debieron hablar callaron, y siguieron por años amparándose en un vergonzoso
pacto de silencio.
Ha
pasado mucho tiempo, pero ese tristísimo episodio no cayó en el olvido: siempre
se evocará con nostalgia la añorada presencia de ese entrañable símbolo que era
para todos la vieja capilla, con su airoso perfil recortándose en los campos
que cimentaron su construcción en aquel lejano 1876.
A
ochenta y seis años de su muerte evocamos la memoria del Padre Edmundo
Flannery, sobre la que aún queda pendiente un desagravio. Más de medio siglo
atendiendo a sus feligreses en la soledad de los apartados campos de aquella
época, es una singular razón para merecer nuestro agradecido recuerdo.
El Padre Flannery era muy apreciado por la comunidad de Venado Tuerto a la que visitaba con frecuencia en los años 1915/20.
Don Eduardo Casey O'Neill
El
descubridor de las bondades de los campos de Venado Tuerto fue Eduardo Casey,
un argentino descendiente de irlandeses. Nació en la estancia “El Durazno”
(Lobos), el 20 de abril de 1847, y obviamente heredó el instinto irlandés de
conocer la calidad de los campos. Casey era un hombre de gran corazón y
brillantes ideas, y si se hubiera ocupado de los pequeños detalles, habría acumulado
una de las fortunas más grandes de toda sur América. Inclinado a los grandes
negocios, fracasó en todos por no haber aplicado aquel refrán que dice:
“Encárgate de las monedas, que los billetes se cuidan solos”. Casey no llevaba
libros contables y delegaba todos sus asuntos financieros menores a sus
colaboradores.
El
25 de mayo de 1877 contrajo matrimonio con María Inés Gahan, hija de John Gahan
(que participó de la segunda excursión de Casey a los campos del Venado Tuerto)
y Mary Devitt. Tuvieron cinco hijos: 1) Ángela, nacida el 02/10/1879 y
fallecida el 17/02/1953, contrajo matrimonio con Julián Duggan (con sucesión).
2) Arturo Eduardo nacido en 1881 y falleció el 15/12/1882. 3) Elena que nació el 13/08/1883 y falleció
soltera. 4) Lily que nació en 01/05/1886 y falleció soltera. 5) Vicente que
nació el 22/01/1888 y falleció soltero el 02/091933.
Estuvo
asociado con los Duggan, una de las familias más acaudaladas de la Argentina.
Su hija se casó con Tomás Duggan, lo que le significó un gran respaldo
económico. La primera operación bursátil de gran escala fue la adquisición de
unas cien leguas al sur de Buenos Aires, realizada desde Plaza Montero, a la
sazón concesionaria gubernamental de las tierras del “Curamalál”.
Posteriormente formó otra sociedad con Gilmour y R. Inglis Runciman en los
distritos de Venado Tuerto y Loreto. El primero de setenta y dos leguas y el
segundo de cien. Ambas operaciones fueron buenas y transparentes.
Posteriormente, y con el respaldo financiero de Tomás Duggan, levantó el
Mercado
Central
de Buenos Aires que, con el tiempo fracasó. Tomás Duggan debió hipotecar sus
bienes por el término de diez años, entre ellos dieciocho estancias. Poco
tiempo después de esta operación, fallecieron Daniel y Miguel Duggan, hermanos
de Tomás, dejándole una herencia fabulosa. Naturalmente los acreedores
corrieron a exigirle que saldara su deuda, pero él les respondió que, al
habérsele negado el crédito cuando lo necesitaba, ahora tomaría el tiempo
acordado para su devolución, de manera que los dejó plantados esperando que se
cumplieran los diez años para su cancelación. Decían que Tomás Duggan solía
entretenerse yendo al Mercado Central y contarles a sus amigos que cada uno de
los ladrillos del edificio representaba un dólar para su bolsillo.
Además
de estas actividades, Casey tuvo amplia participación en obras públicas en
Montevideo, a través de la construcción de edificios y hoteles. Pero las cosas
no andaban bien y nuevamente se encontró en dificultades económicas, por lo que
se vio obligado a recurrir nuevamente a préstamos hipotecarios. Esta vez fue la
Baring Bros. la que facilitó el crédito hipotecario sobre los campos del
“Curamalál”. Estos negocios, además de los del Mercado Central, terminaron por
fundirlo.
Demás
está decir que la Baring Bros. se adueñó del “Curamalál”, que también derivó en
una quiebra que fue salvada por el Banco de Inglaterra. La Baring vendió la
mayoría de esos campos a la financiera alemana Tornquist, la que posteriormente
los revendió fraccionados, cuyos porcentajes de utilidad alcanzaron entre los
700 a 800 por ciento. ¡Y pensar que la Baring pudo haber hecho lo mismo!
Eduardo
Casey fue uno de los fundadores del Jockey Club junto con el señor E.T.
Mulhall, dueño del conocido periódico “The Standard”. También fundaron el
“Bread and Butter Club”, (Club Pan y Manteca) de efímera duración. Ambos
tuvieron participación en el Banco de Irlanda en Buenos Aires, pero la entidad
no tuvo implicancias en la quiebra de Casey. En tanto Mulhall, que había tenido
éxito en los negocios, fue considerado por Casey como “el único de sus amigos
que no había fundido”.
No
caben dudas que Casey nació cincuenta años antes de tiempo. Sus ideas y planes
eran brillantes y posibles, por lo que resulta patético pensar que un hombre
como él, que alguna vez pensó en iniciar una carrera política con miras a la
Presidencia de la Nación, haya muerto en la total miseria y desamparo.
Pero
justo es reconocer que, si bien murió en la mayor de las pobrezas económicas,
dejó tras de sí un sinnúmero de amigos que lo consideraban una persona
generosa, abierta y transparente. Contar la historia de Casey sería muy
interesante, pero eso demandaría mucho más que todo este libro.
(“Work and Play in
Argentina” – John Macnie – Londres 1924)
“El
23 de julio de 1906, desgarrado moralmente, cruelmente ignorado, pero aún con
sueños que sabía irremediablemente inalcanzables, bajó el gran celta sus
vigorosos brazos y dejó que una máquina de maniobras, cerca del Mercado Lanar
de Barras, lo transportara metafísicamente a sus ilusiones pasadas” (sic)
(“Irlandeses, Eduardo Casey, Vida y Obra” de Roberto Landaburu - Pág. 194).
Tal
vez el historiador Julio A. Costa haya sido quien hizo la más fiel descripción
de Don Eduardo Casey, teniendo en cuenta que lo conoció personalmente. He aquí
un fragmento de su libro “Semblanzas Históricas, páginas de mi diario”:
“En
la tierra argentina, vasta y desierta, primero es la espada, después el arado,
después el comercio y la escuela. Primero el latifundio, después la estancia,
la chacra, la colonia y la cultura.
Así
Curamalal. Primero los avanzados capitales de lejana frontera, desalojando al
indio que dio al valle y a la sierra sus nombres compuestos, quichuas o
araucanos, títulos graníticos de su antiguo señorío. Después los concesionarios
que se asomaron al desierto con los latifundios de cientos de leguas. Y después
Don Eduardo Casey, en 1884, que, basándose en capital propio, del levantado
entre sus amigos irlandeses con su palabra influyente y de un crédito de
setecientos mil nacionales acordados por el Banco Hipotecario, y con la
gerencia infatigable del pionero canadiense Don Juan Sewell, puebla el
latifundio de Curamalal...
Hizo
en el latifundio santafesino otra gran colonia ganadera y agrícola, en el
paraje tradicionalmente conocido con el nombre de Venado Tuerto. Leguas y
leguas de alfalfa, miles de novillos, casi puros, invernando en la inmensa
pradera, el verde infinito del maizal, la rubia mies espigando de oro el
horizonte y el desierto matizado con quintas y pueblos, tal fue la
transformación maravillosa del pajonal santafesino entre las manos ágiles del
vigoroso luchador.
Parecían
ellas sacar del mismo sol de 1810 su poder fecundante para animar con el
aliento de la civilización y del progreso, aquella pampa legada intacta por la
colonia, que había transportado a la llanura sudamericana, el soplo helado del
Escorial.
A
Eduardo Casey le llegó, al final, el derrumbe como a todos los precursores que,
avanzándose demasiado sobre los lindes del tiempo, pierden pie y caen al
abismo.
Su
ruina fue el Barrio Reus, de Montevideo. El Reus fue la primera iniciativa de
los grandes barrios suburbanos con casas confortables y baratas para obreros,
que ahora son preocupación primordial de la legislación argentina y que
continuará más tarde en Montevideo con éxito merecido ese otro trabajador
oriental, Don Francisco Piria, el fundador de Piriápolis. La especulación en su
vértigo arrastró a los especuladores hasta el fondo del barranco y se tragó 37
millones en los que se fueron Curamalal y el Venado Tuerto junto con los
capitales irlandeses ganados peso a peso, kilo a kilo sobre el rubio vellón de
las majadas. El luchador celta quedó nocaut y pasaron sobre él los diez
segundos de la mala suerte.
Más
tarde se incorporó todavía y fue a Londres a financiar trabajosamente el
ferrocarril Midland. De día aparecía en la Bolsa Mundial como espectro de la
fortuna desvanecida, tratando de manipular reacios millones, y de noche se
refugiaba en la buhardilla de un hotel, donde los trasnochadores de la City
podían percibir en la madrugada la luz mortecina que oscilaba entre las
columnas de números de insomne fantasía.
Por
fin financió la ardua empresa y regresó a Buenos Aires con cien mil libras
esterlinas de ganancia propia que invirtió íntegramente en pagarle a toda la
gente pobre que había depositado en su casa.
Después
murió prematuramente de pena por no poder cumplir con todos sus compromisos y
con la amargura de su honradez ingénita, que no habían enervado los cracs
financieros. Tenía 59 años cuando murió pobre y olvidado, con la inhibición
total de bienes, esa fuente civil de trabajadores audaces, cuya derogación
propuse al Senado de Buenos Aires y, como es natural, la detuvieron los
acreedores, poco filósofos.
Don
Eduardo Casey había trabajado mucho para todos y mal para sí mismo, a
diferencia de los parásitos que se enriquecen sin hacer nada con el trabajo de
los demás. Era hijo de irlandeses, nacido en la Estancia “El durazno” en Lobos,
Provincia de buenos Aires y tenía la fantasía y tenacidad de su raza.
Su
última creación fue el Marcado Central de Frutos, monumento al trabajo y a la
riqueza que cubre varias hectáreas en la populosa Avellaneda y cuya vasta mole
contemplan los presentes y contemplarán las futuras generaciones, colosal como
la cosecha argentina y por dentro de otro macizo como los templos del Sol.
A
su entrada, tallada en el granito de Cúramela, donde él hizo surgir el agua de
la roca y el maná del fértil valle, debiera levantarse la estatua de Don
Eduardo Casey, en su alta y distinguida figura, vestido con su levita cruzada,
de cara al Sur oscuro, y con la larga barba al viento y a la tormenta como el
obrero bíblico.
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